Buen viaje, concejal Jiménez

Era uno de mis preferidos. Era y puede que lo sea, aunque haya muchas lagunas en el caso. Me refiero al concejal del PP, Eduardo Jiménez. Lo único claro es que desde finales de marzo, el concejal ha dejado de estar liberado, ha abandonado la dedicación exclusiva porque ha pasado a ocupar un puesto relevante en el Ayuntamiento de Boadilla. En teoría son cargos compatibles, en la práctica, son difícil de compatibilizar. No soy un ejemplo válido, pero a mí me costaría hacer una cosa bien, como para hacer dos: gobierno en Boadilla, oposición en Leganés.


Saben que el acta de concejal es personal, legítimamente logrado en las últimas elecciones y sólo lo perdería mediante su renuncia. Algo que no creo que haga, aunque no descarten que en la próxima reunión del comité ejecutivo del PP de Leganés, a finales de este mes, se le pida que lo entregue y deje paso a otras personas dentro de la formación, es decir, corra la lista. En las últimas semanas, las apariciones del concejal por Leganés se pueden contar con los dedos de las manos. Pero la decisión última la tiene el propio concejal.

Eduardo Jiménez llegó a ser portavoz adjunto de su Grupo municipal, pero cayó en desgracia porque siempre ha pensado que el lugar para dirimir los conflictos políticos debería ser el Pleno y nunca, o mejor dicho, casi nunca, los tribunales. Eso es justamente lo contrario del camino que decidió tomar el sr. Gómez, don Jesús. Y claro si uno va para un lado y el otro para el opuesto, lo normal es que cada día estuviesen más separados. Y no me digan que no es curioso que ahora que llega a Boadilla se encuentra con que el alcalde, Juan Siguero, anuncie acciones judiciales contra el PSOE local.

El concejal Jiménez es un fino estilista de la política, un seductor empedernido mediante la palabra, y eso que suena tan bien, ha sido muchas veces criticado dentro de su grupo, donde algunos le veían (o le ven) más como un señorito de Génova, un encantador de serpientes, siempre alejado de la realidad leganense, o como dicen, sin bajar a la calle, sin mancharse de barro. Nunca encajó en el complicado puzle de su partido en Leganés, siempre fue un verso suelto con difícil rima en el tradicional cancionero popular pepinero.

Simpático a más no poder, inteligente, elegante, he sido otro de los que ha caído sucumbido ante su dominio de la escena política. Ahora, si finalmente entrega el acta, o cuando acabe la legislatura, sin duda se va un buen orador, un irónico, y a veces, sarcástico político, una persona con la que disto bastante en las ideas, pero un tipo muy valido.

Sea lo que fuere, simplemente: buen viaje, concejal Jiménez.