26 de agosto de 2009

Confesiones y pedradas de verano


Primero les advierto de algo. Tengan cuidado si van por la M-40 y toman la salida hacia Alcorcón, para coger el ramal de la M-40 que luego nos manda a Leganés. Creo que es la salida 31. Pues bien, tengan cuidado, porque el deporte de moda este verano es el lanzamiento de piedras contra o hacia los coches. (Pinchen en el plano para ampliar y ver el lugar exacto de la pedrada).

Yo, como buen Neptuno, soy rudo, tosco, cabezón, que también lo soy, por hecho de piedra, y tengo mucha suerte para este tipo de repartos. Más que para la lotería. Bueno, mi coche y yo (el burro primero, al menos tiene caballos). Sí, me tocó la pedrada, que no la pedrea. La luna delantera de mi auto se hizo añicos cuando pasaba tan tranquilo y pensando en la siguiente entrada en éste, su blog.

Iba solo y me pegue un buen susto. Se quedó en esto. La pedrada vino del poblado chabolista que está al lado, desconozco el nombre. El mismo que pasamos día tras día, sin darnos cuenta de que al lado de nosotros y de nuestra vida a toda velocidad, hay otras menos sencillas, menos veloces y más indignas. Aunque algunos se empeñen en no ver lo evidente.

Veo por la anterior entrada que la tregua ha acabado antes de tiempo (60 comentarios de todo tipo). Sí, se que yo les caliento, pero también denota las ganas y lo calentito que acabamos el verano y lo calentito que llega el otoño.

Debo confesarles algo. Dije que si la derecha gobernaba en Leganés, me exiliaría. Y casi lo hago cuando durante 23 días gobernó la srta. Bragado. Espero que entiendan la exageración. Si llega el PP en el 2011 no me voy a ir. Espero con ansiedad a que llegue este gobierno estupléndido que tanto prometen. Quiero ser notario de la realidad leganense. Si es tan estupléndido como dicen seré el primero en elogiarlo y si es menos estupléndido también lo diré. Será la demostración de que Neptuno recibe pedradas, tiene la cabeza más dura que las piedras, pero que no se vende a ninguno cantero.

P.D. Estupléndido es la suma de algo estupendo y algo espléndido.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

El deporte de lanzar piedras, por lo que se ve, está bastante extendido. El lunes pasado, a última hora de la tarde, presencié el lanzamiento de piedras a los coches a la altura de Parquesur, cuando muchos regresan del trabajo. Iba yo dando mi caminata habitual en dirección a la Avda. de la Lengua Española, y ví cómo desde el Parque de los Cipreses (creo que se llama así) lanzaban piedras, y una casi me alcanza. Por la calzada comprobé que había unos cuantos pedruscos, así que deduzco que varios conductores se llevaron sus buenos sustos y que los gamberros (por el lugar elegido para practicar el deporte no hay que suponer que todos provengan de poblados chabolistas), se divirtieron un rato.
No es el primer verano que se pone de moda el lanzamiento de piedras, especialmente frecuente desde pasos elevados, y no siempre próximos a poblados marginales.
No creo que estas modas dependan del color político del gobierno de turno, pero la seguridad ciudadana es un área que no se puede descuidar y, sobre todo, es importante que no exista la sensación de impunidad que ahora mismo nos invade en Leganés.

neptuno28 dijo...

Estimado anónimo, me deja usted de piedra (nunca mejor dicho).

Y yo que pensaba que era agraciado y resulta que es algo común. Debo decirles que el lugar donde yo me lleve la pedrada es término municipal de Alcorcón.

Me temo que gamberros aburridos hay en todos los sitios y que esto pasa ahora y pasará con el PP. Es algo consustancial al aburrimiento y la mala educación.

Un saludo DESDE y POR la izquierda.

Anónimo dijo...

¿Os habéis dado cuenta que Neptuno cuando se critican cosas de su IU enseguida cambia de tema y de post?

No quiere ni oír hablar del tema Penit-Pinto y Calle-Leganés.

Pues te advertimos que se va a hablar y mucho en los próximos meses.

¿Lo que hacen Penit y Calle es lo que tu concibes como IU?

Anónimo dijo...

Anonimo queista, neptu cambia de tema una vez cada dia si es un pesado

Información para dinosaurios dijo...

El dictamen académico se ha morigerado recientemente, y se considera aceptable la forma leísta exclusivamente cuando el complemento directo de la acción es una persona de sexo masculino.

Anónimo dijo...

Pasé mi infancia en una granja donde había también una pequeña huerta que cultivaba el señor Torres. Cada año ofrecía un cestillo a mi madre con alguna de las cosas más hermosas que sacaba de la tierra, siendo la cosecha completa cosa de él, que buen sudor le costaba. Creo que el acuerdo que tenía con mis padres aquel señor era simplemente tener la tierra ocupada, gastar los excedentes de nuestro pozo y mantener limpio el trocito, que debía ser de un celemín (doce celemines son una fanega), bueno, unos 530 m2 aprox. La cosa es que mis hermanos y yo tuvimos la brillante idea de quitarle pimientos al señor Torres y dedicarlos a la poco noble causa de afinar nuestra puntería con la escopeta de perdigones. Antes de asesinarlos los llenábamos de agua, supongo que para que estallasen. Cuando mi padre tuvo noticia de aquella chiquillada nos hizo pedir perdón al bueno del señor Torres, que para mí que contaba todos los días los pimientos, ya que sabía perfectamente cuántos le habíamos estallado. El castigo consistió en recavar todos los lomos en los que estaban los plantones de los pimientos, con azada primero y luego con escardilla, sin dejar ni una verdolaga ni una grama ni nada que no fuera la mata.

Cómo recuerdo aquel solazo, aquel calor y aquellos lomos que se hacían interminable, como si hubieran crecido desde que los esquilmábamos. Creo que aprendimos lo que cuesta sacar un pimiento adelante.

Bueno... aún hoy pido permiso cuando tomo una fruta de un árbol o de una hortaliza, y jamás pruebo nada si el dueño no me autoriza.

Se me ocurren muchas cosas que los tiradores de piedras aburridos de la M-40 y de Parquesur podrían hacer si el sentido común de sus padres fuera la milésima parte del que el mío tenía.

Pero claro, a día de hoy un padre que castiga puede ser denunciado.

Cosas del progreso que nos llevan de cabeza a la prehistoria.

Anónimo dijo...

Según el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE la norma culta del español estandar establece el uso de las formas le y les para ejercer la función de complemento indirecto, aunque debido a la extensión del leísmo, se admite el uso de le en función de complemento directo. No se admite en ningún caso el leísmo en la norma culta cuando el referente es inanimado y pampoco se admite, en general, cuando el referente es una mujer.

Anónimo dijo...

Así que mejor no corregir lo que no precisa corrección.

¿O es que hay algún "bloguero" más papista que el Papa?

Anónimo dijo...

Los tiradores de piedras y sus padres aprenderán a respetar a las personas y las propiedades ajenas cuando los pillen y tengan que pagar los daños producidos. Hoy mismo viene en El Buzón una noticia referente a la reclamación por el Ayuntamiento de Getafe de 55.000 euros a un grafitero por los daños ocasionados en las fachadas de varios edificios. El grafitero, o sus padres si es menor, tendrán que responder con sus bienes presentes o futuros, y así empezarán a saber lo que es ser responsables.

Anónimo dijo...

Creo que no se debe corregir errores gramaticales a los demás en ningún caso, como no se hace cuando se habla, pues cada cual se expresa en el registro que quiere o puede. En un blog, creo que hay que atender más al contenido que a las formas, aunque son de agradecer.
Tampoco es de dinosaurios optar por el uso de la norma culta, sino de personas más cultivadas.

Anónimo dijo...

La correción del leísmo iba dirigida al corrector del laísmo, por meterse en esas cuestiones, no por imponer normas gramaticales a nadie, lo cual es absurdo, porque en un blog entramos gente de todos los pelajes.

Anónimo dijo...

En cuestiones lingüísticas, yo me permito corregir de vez en cuando a Neptuno, porque es muy puntilloso con el lenguaje. Y las faltas de ortografía, al que no se las paso, ni se le debe pasar una, es al alcalde cuando escribe comunicados o en su blog, pues si no domina la ortografía que pida le repasen los textos, pero hay que exigirle que estén escritos correctamente.

Anónimo dijo...

El corrector del laísmo se ha limitado a poner de manifiesto que el laísta debía preocuparse por las vigas en sus lacrimales y no por las pajas del ojo ajeno. Hay gente que si no se le establece un paralelismo no se da cuenta de que se mete en terreno personal, que no es nadie para acusar de ingenuidad, petulancia o afirmar no sé qué extrañas cosas que ha debido soñar sobre reuniones y hay que demostrarle que no es perfecto y que debe preocuparse más de sus errores, ya que obvia comas que podrían dar lugar a malentendidos con terceros como Libertario.

Al respecto de su opinión sobre qué resulta más culto, es probable que termine expresándose en latín. Ya sabe que si en vez de remontarnos arbitrariamente 10 años para aplicar la norma nos remontamos 50, el latín sería la lengua elegida para exhibir una excelente salud en sus conocimientos. También sabe que el castellano no fue más que una vulgarización del latín. Todo es relativo en la línea del tiempo y puestos a remontarnos no comprendo por qué pone el habla culta en la norma de hace unos años y no en la de hace unos pocos más. Para evitar este problema lo mejor es que esté de acuerdo con la norma actual que admite el uso de le en los términos que se han escrito ya antes en el blog. Lo que la norma dice respecto a lo culto es que sólo en caso de complemento directo masculino es admitido el uso de "le" pero no para objeto inanimado o femenino. No tergiverse y lea bien.

Antiguo no es sinónimo de culto.

Anónimo dijo...

Me parece tremendo que se preocupen tanto porque alguien corrige a otro y no porque alguien acuse de petulante.

Verdaderamente curioso.

¿Petulante no es insulto, Neptuno?

¿Y cretino?

reflexiones de un maestro (I) dijo...

Estarán conmigo en que a cualquiera que haya vivido la educación en la era pre-pedagogos-inquisidores, el asunto de los muchachos y muchachas desocupados e insatisfechos no nos sorprenda.

Espero que esta afirmación despierte alguna conciencia, ya no digo que a favor, que mejor, sino siquiera en contra.

Lo evidente es que desde el advenimiento de la nueva filosofía educativa, no levantamos cabeza. Podría resumirse la tendencia filosófica en la frase:

"que el niño pacte para hacer lo que le de la gana, sin molestar a sus papis, que para eso vuelven a casa rendidos, ni salirse del colegio o instituto, para no poner en un brete al director enfrentándole al artículo 1903 del Código Civil."

Obsérvese la profundidad, casi nula, de un sistema educativo que ha convertido la escuela en un pacto con el alumno, en lugar del sitio donde se enseña y aprende, donde se educa y se evoluciona. El pacto es básicamente de NO AGRESIÓN, esto es, el profesor no suspende ni "corta el rollito" a los alumnos y éstos no le apuñalan. Es un decir, ya me entienden, puede ser arma blanca, arma de fuego o los simples puños, aunque lo más extendido sea el escarnio, el desprecio y la falta general de respeto.

No sé de dónde se han sacado los pedagogos modernitos que el alumno necesita que le defiendan, despojando para ello al docente de toda autoridad y dándole a cambio más burocracia, estadillos, análisis de actuaciones que no puede realizar y de ficciones que es imposible alcanzar.

Otro hallazgo de la modernidad es que el alumno debe ser motivado, estimulado. Me van a perdonar, pero esto me recuerda a mi perra, a la que he visto muchas veces lamer el culo de sus cachorros recién nacidos con el objeto de que hagan caca. Y es que está sucediendo no sólo con la motivación sino con la trituración de contenidos, reducidos a un auténtico potito o papilla que los niñacos se niegan a comer aunque cada vez los licuemos más. Tengo la sensación de que finalmente les pondremos una sonda y empujaremos el alimento, convertido en un suero lechoso, con una jeringa.

(sigue)

Reflexiones de un maestro (II) dijo...

(sigue)

Quizá no se le ha ocurrido a nadie de la nueva ola pedagogo-inquisidora que lo mismo que salen dientes cuyo fin es masticar, también hay un cerebro, que si no se usa, se atrofia. Si el conocimiento, eso que ahora tenemos que llamar "contenidos" como escondiendo que es una papilla clarita, no se imparten con un cierto número de jugosos tropezones, no despertaremos jamás el gusto de los chavales por los bistec de ciencia al punto, vuelta y vuelta.

Lo mismo pasa con otros aspectos de la educación. No se puede sensibilizar en el respeto a pequeños potros que reciben un licuado de normas de comportamiento, acompañado de un manual de cómo ser un antisocial para que a la progresía se le caiga la baba admirándote. Tampoco se puede influir para que un crío estudie y se esfuerce si los ejemplos que ven son variedades interminables de "triunfitos" proclamando su analfabetismo cultural global como fuente de su éxito.

Sé que soy un bicho raro, tan raro que sólo me creo lo que palpo y sólo doy crédito a quienes me ofrecen resultados. El sistema educativo ha fracasado ahogado en modernidad y en quimeras no demostradas. Ha dado lugar a varias generaciones de españoles aburridos e insatisfechos, fracaso escolar y relativización de absolutamente todo, incluida la propia salud y la supervivencia.

Porque gamberradas las hemos hecho todos, me incluyo entre los más gamberros, pero algo marca una profunda diferencia entre ayer y hoy: hoy la gamberrada se hace "porque yo lo valgo, tengo derecho y soy un menor" y resulta que no satisface ni divierte. Costará creerlo a los que no sean viejales, como yo, pero en el pasado la gamberrada se hacía con clara conciencia de transgresión, saltándose el límite y la autoridad, y eso daba un placer inmenso. Ese límite era claro, se manifestaba por el castigo, es decir, pasaba "algo" cuando uno se saltaba las normas. Es lo que falta hoy, que no pasa nada cuando apedrean, roban o violan. A ver si alguien se da cuenta de que la ausencia de frontera produce en el menor la necesidad de encontrarla, por eso buscan desesperadamente, incluso en la delincuencia, encontrarse con una autoridad y conocer así dónde está el límite. A ver si alguien vuelve a saber que el límite es necesario para educar y debe marcarlo el adulto que educa, profesor y padres, porque si no es así termina encontrándose en la comisaría, o lo que es peor, en Las Barranquillas o en una cuneta.

Reflexión de un maestro (III) dijo...

(...)

Hemos criado, me niego a decir “educado” unos monstruos inmaduros, que sólo comen biberones de información.

Y me pregunto por qué razón dejamos de dar sólidos conocimientos a los alumnos. Después de los institutos llegan a las universidades con escasa capacidad de degustar el saber y son los profesores universitarios, los que aún queden que puedan llamarse así, los que tienen que enseñar a los alumnos a masticar. Me siento cómplice forzoso de este tremendo error y me da vergüenza lo que tengo que hacer en las aulas, pero no puedo luchar contra una legislación absurda, ni enfrentarme a inspectores y pedagogos cada vez que intento hacer valer mi autoridad, los chicos se quejan y saben mover todo tipo de resorte. Tampoco puedo suspender a quienes se lo merecen, salvo en un porcentaje teórico que ha decidido alguien en un despacho y eso a riesgo de enfrentarme con los alumnos y con los padres, que quieren pasar el verano sin lastres.

Intentemos reflexionar. Yo creo humildemente que nos hemos equivocado.

Anónimo dijo...

Para el último Anónimo que se refiere a la corrección de errores gramaticales:
Cuando se habla de norma culta, es lo que por ello entiende hoy la Real Academia Española. Cuando se alude al Diccionario panhispánico de dudas, que recoge el uso normativo del español, es a la última edición y al uso actual. No se trata de ser más antiguo o más moderno, sino de distintos niveles culturales de los hablantes, y los distintos registros, pues no es lo mismo el lenguaje coloquial que el formal.

Anónimo dijo...

Para usted la perra chica. No me pagan para sacarle de la ignorancia.

Anónimo dijo...

Anónimo, dedíquese a aprender, que es más beneficioso y práctico que ir enseñando.
Además, no se trata de competir por quien sabe más, pues la sabiduría empieza por reconocer la propia ignorancia.